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Diario Artesano

Las palmas del domingo

Morelia, Mexico

Hoy, las familias artesanas se reúnen para trabajar con hojas de palmas la creación de crucifijos, figuras de Cristo o de la Virgen de Guadalupe (y de otras imágenes religiosas), evidencia de ellos son los grupos de hombres y mujeres que yacen sentados -como en fila ceremonial- en dirección a cada una de las tres entradas del lugar.

Rodeadas de cajas y tapetes unas señoras se concentran en no dejar de tejer con las manos hojas de palma; cada vuelta del material con los dedos da forma y reconstruye una figura, divinidades para los católicos, artesanía, para algún ateo, souvenir exótico para los turistas que rondan.

-¿A cómo los Cristos?- pregunta una señora que anda paseando.
-"Diez pesos el que le guste" -responde una artesana.
Siguen saliendo los que vienen de misa. La gente se aglutina, cuesta trabajo pasar por algunas de las entradas y a los lados el espacio queda cercado por los vendedores que no dejan de ofrecer sus palmas. La gente se amontona, los niños levantan la mirada y sonríen; afuera, en la Plaza Melchor Ocampo, hay una inusual concentración de globeros que espera encontrar en cada marejada de creyentes un nuevo cliente, por lo menos uno.
En plena temporada de pasión religiosa, las iglesias, ellas sí, parecen por dentro un poco más ajetreadas de lo normal. Recién ha terminado la misa pero ya comienza otra y el flujo de gente no cesa. Así como han salido, siguen entrando; como para no descompensar, quizás. Entran las familias enteras, los que se quitan el sombrero, y los que visten, orgullosos, una camiseta del equipo América de futbol.
Adentro, entorno al sacerdote que ofrece la misa, decenas de puntas de palma se observan por toda la nave de la Catedral; por todos lados hay alguien sosteniendo pedazos de palmas, el resultado es la visión de un paisaje de figura un sembradío humano con hojas vegetales brotándoles de las cabezas.
La palmas se venden antes de entrar a la misa, y algunos -tras comprarlas- esperan lograr que el cura las bendiga. "¿Ahora a dónde vamos para que nos las bendigan?", se pregunta una señora que está a punto se salir; "ya están benditas", es la respuesta que otra señora adelante suyo le da. Ésta le explica que hay que considerar el trabajo que el señor cura tiene, que por lo tanto es lógico que no sea posible que bendiga a todas y cada una de las palmas de los fieles que asisten a la misa hoy, Domingo de Palmas.
"Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado", cantan los congregados adentro; "Llévela, llévela", gritan afuera quienes buscan ganar unos centavos con su artesanía, que tal vez se vende más hoy que en todo el año.
Semana Santa, la religión, las palmas. En medio de un ambiente de fervor religioso y de éxitos taquilleros -inspirados por fervor religioso-, el hecho es que la tradición se impone tanto que quienes celebran parecen hacerlo sin ninguna distracción, sin ninguna variación aparente, la Semana Santa continúa. Apenas es Domingo de Palmas, falta la pasión, el sepulcro, la salvación y la gloria.
Fuente: Cambio de Michoacan

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